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miércoles, 30 de septiembre de 2015

....Continuación : Anoa la niña neolitica de Santonge

Anoa despertó esa mañana con su mirada puesta en aquellas pinturas que plasmaban los adultos del Clan en las paredes del abrigo. Su mirada se fue centrando en una silueta con referencias a un gran ciervo. Los trazos le intuían un precioso macho con sus cuernas engalanadas como otras veces había visto en aquellos paseos que realizaba de vez en cuando con Apos en la zona más boscosa del estrecho. Anoa pensó que quizás el motivo de dejarlas impresas en la pared podía ser debido a no dejar en el olvido aquellas cosas que pertenecían a tu entorno y que de alguna manera intuyo formaban parte también de la felicidad del Clan. Los ciervos una vez cazados ofrecían carne para cocinar, huesos para tallar y pieles para protegerse del frio. ¿Como íbamos a olvidar aquellos seres del bosque que tanto nos ofrecían?

Aquella pregunta quedó contestada y aclarada para Anoa, las cosas que son de alguna manera de vital importancia para el Clan hay que conservarlas en su justa medida y por tanto ser muy agradecidos con esos seres que prestan con su muerte que nuestra vida sea más alargada y placentera. Esto le quedó muy claro a Anoa a partir de ahora cundo presenciase un Ciervo o otro animal que pudiese ser cazado para alimentar y evitar el frío del Clan lo admiraría tanto en vida como en su muerte por ser un ser tan especial.

La mañana la sentía cálida de más, arrollada en mis pieles me sentía acalorada y me dispuse a bajar a la poza del arroyo de Santonge a refrescarme un poco sobre todo mis pómulos de mi carita que habían tomado un color muy parecido a la frambuesa silvestre. El agua estaba divina y sus gotitas me cambiaron el color de mis mejillas de frambuesa a piñón piñonero.

Tras regresar de la poza de nuevo al abrigo me rondaba en mi pensamiento plasmar en un trocito del abrigo una pintura en señal de homenaje al gran Ciervo por su importante contribución a la longevidad del Clan. Dicho y hecho tome prestada una taza de barro con restos de pintura e introduje mis dedos para cargarlos de pintura y llevarlos al paño del abrigo elegido e intentar plasmar un gran Ciervo con su belleza intacta. Mi pensamiento se fundía con el movimiento de mis dedos pringados de pintura y poco a poco esas cuernas fueron apareciendo en el dibujo tal como yo las recordaba. Una vez dibujadas las cuernas dibujé con esmero su cara con su hocico de color negro y sus ojos amplios y oscuros como el azabache. Mi gran Ciervo ya estaba plasmado, mientras se secaba bajé de nuevo a la poza del arroyo para limpiar mis dedos de pintura y al terminar de limpiarme a fondo mis lánguidos dedos una especie de gemido hizo que alzase mi mirada a lo alto del Calar que había enfrente y presencie la silueta de un enorme Ciervo que al parecer a mi me contemplaba desde su posición. Tras fijarme en él unos segundos, aquel precioso ungulado desapareció de mi campo de visión como de una estrella fugaz se tratase. Quizás el gran Ciervo también es muy consciente de su relación con el Clan y por ello tal vez hizo acto de presencia en vida mientras que yo le hacía presente en muerte.

Anoa tras reflexionar sobre este hecho volvió a divisar su pintura del gran Ciervo con una ternura implicada por el avistamiento de hacia unos minutos del gran ciervo en el Calar. Anoa le quedó claro debido a este hecho que las pinturas son el agradecimiento y el homenaje a estos  seres  tras utilizar su muerte en beneficio de todo el Clan.

                                 

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