Anoa despertó esa mañana con su mirada puesta en
aquellas pinturas que plasmaban los adultos del Clan en las paredes del abrigo.
Su mirada se fue centrando en una silueta con referencias a un gran ciervo. Los
trazos le intuían un precioso macho con sus cuernas engalanadas como otras
veces había visto en aquellos paseos que realizaba de vez en cuando con Apos en
la zona más boscosa del estrecho. Anoa pensó que quizás el motivo de dejarlas
impresas en la pared podía ser debido a no dejar en el olvido aquellas cosas
que pertenecían a tu entorno y que de alguna manera intuyo formaban parte también
de la felicidad del Clan. Los ciervos una vez cazados ofrecían carne para
cocinar, huesos para tallar y pieles para protegerse del frio. ¿Como íbamos a
olvidar aquellos seres del bosque que tanto nos ofrecían?
Aquella pregunta quedó contestada y aclarada
para Anoa, las cosas que son de alguna manera de vital importancia para el Clan
hay que conservarlas en su justa medida y por tanto ser muy agradecidos con
esos seres que prestan con su muerte que nuestra vida sea más alargada y placentera.
Esto le quedó muy claro a Anoa a partir de ahora cundo presenciase un Ciervo o
otro animal que pudiese ser cazado para alimentar y evitar el frío del Clan lo admiraría
tanto en vida como en su muerte por ser un ser tan especial.
La mañana la sentía cálida de más, arrollada en
mis pieles me sentía acalorada y me dispuse a bajar a la poza del arroyo de
Santonge a refrescarme un poco sobre todo mis pómulos de mi carita que habían
tomado un color muy parecido a la frambuesa silvestre. El agua estaba divina y
sus gotitas me cambiaron el color de mis mejillas de frambuesa a piñón
piñonero.
Tras regresar de la poza de nuevo al abrigo me
rondaba en mi pensamiento plasmar en un trocito del abrigo una pintura en señal
de homenaje al gran Ciervo por su importante contribución a la longevidad del Clan.
Dicho y hecho tome prestada una taza de barro con restos de pintura e introduje
mis dedos para cargarlos de pintura y llevarlos al paño del abrigo elegido e
intentar plasmar un gran Ciervo con su belleza intacta. Mi pensamiento se fundía
con el movimiento de mis dedos pringados de pintura y poco a poco esas cuernas
fueron apareciendo en el dibujo tal como yo las recordaba. Una vez dibujadas
las cuernas dibujé con esmero su cara con su hocico de color negro y sus ojos
amplios y oscuros como el azabache. Mi gran Ciervo ya estaba plasmado, mientras
se secaba bajé de nuevo a la poza del arroyo para limpiar mis dedos de pintura
y al terminar de limpiarme a fondo mis lánguidos dedos una especie de gemido
hizo que alzase mi mirada a lo alto del Calar que había enfrente y presencie
la silueta de un enorme Ciervo que al parecer a mi me contemplaba desde su posición.
Tras fijarme en él unos segundos, aquel precioso ungulado desapareció de mi
campo de visión como de una estrella fugaz se tratase. Quizás el gran Ciervo
también es muy consciente de su relación con el Clan y por ello tal vez hizo acto de presencia en
vida mientras que yo le hacía presente en muerte.
Anoa tras reflexionar sobre este hecho volvió a
divisar su pintura del gran Ciervo con una ternura implicada por el
avistamiento de hacia unos minutos del gran ciervo en el Calar. Anoa le quedó
claro debido a este hecho que las pinturas son el agradecimiento y el homenaje
a estos seres tras utilizar su muerte en beneficio de todo el Clan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario